lunes, mayo 07, 2007

Que aprendan los tecnócratas


En mayo de 2002, cuando el ladrón Jacques Chirac y el ultra Jean-Marie Le Pen se batieron en la segunda vuelta de las presidenciales francesas, me habría partido a mandíbula batiente si me hubieran dicho que cinco años después iba a ganar las elecciones un candidato cuyo discurso iba a estar basado en recuperar el mérito, premiar el esfuerzo y sacrificio personal, enterrar el atractivo y encantador vacío intelectual de mayo del 68, perseguir la inmigración ilegal con instrumentos tan garantistas como rígidos, reducir el gasto público y el papel del Estado en el mercado, trasladar más responsabilidades a los ciudadanos y no al Estado, impulsar una colaboración más estrecha entre su país y Estados Unidos y situar al terrorismo internacional como un enemigo a combatir sin paliativos, edulcoraciones ni causas justas.




En Francia. En el estatalismo por antonomasia. Y contra una arrogante que aseguraba que había que devolver la sonrisa a Francia mientras mostraba su superioridad moral.

Todo cuanto hemos visto estos días en Francia ha servido para verificar empíricamente que es posible obtener la confianza de los ciudadanos apelando a la razón y no a las frases de marketing. Algo de lo que deberían tomar nota algunos tecnócratas.