domingo, mayo 01, 2005

La clase obrera no asistió


Qué divertido es ver el espectáculo folclórico en que se ha convertido esto del día del trabajo. Que no había nadie, Fidalgo, no te esmeres, que estaban todos haciendo cola en los atascos para tostar su barriga al sol.

La izquierda se ha convertido, desde que descubrió que sus planteamientos ancestrales eran una farsa, en una maquinaria mucho más peligrosa que se centra en exclusiva en la propaganda. Ahora que ya no tiene gracia lo de defender a los trabajadores (lo hemos visto hoy, todos en la playa, menos los que no han trabajado en su vida, con Méndez y Fidalgo a la cabeza), ahora que aquellas maravillosas declaraciones de un consejero socialista de obras públicas de la comunidad de Madrid ("El capitalismo está a punto de acabarse") son pasto del olvido, ahora sólo cabe ocuparse del hospital de Leganés, del cambio climático, de las bodas gays y de los palestinos.

Mientras tanto, de los presupuestos generales del Estado continúa saliendo cada año, sin que nadie se queje por ello, una cantidad indecente de dinero para financiar a esa panda de vagos abrazafarolas que se resisten a desengancharse de la ubre sindicalista.


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Lo sé, es demagogia: cambian la forma de contar los parados para que les salgan menos