¿A quién le importan los pepiños, los feijoos, los monteseirines o las terribas? Hablemos de cosas intrascendentes, que son las que de verdad interesan.
¿Cuándo fue la primera vez que usted utilizó internet? Yo, a los catorce años. En el cibercafé de La Farga de Hospitalet, que en su día había sido uno de los primeros en España de esas características, ahora ya clausurado desde hace muchos años. Nada más entrar, el camarero me preguntó, al ver mi pinta de evidente yogurín, si sabía navegar por internet. Y le dije que sí, por supuesto (y por supuesto que no sabía, pero ya me espabilaría). Se trataba de buscar información para un estúpido trabajo de 1º de BUP sobre la energía solar. Y la prestigiosa, seria y fiable revista Quo recomendaba visitar la web www.censolar.es (¡cielos, sigue abierta, y no con demasiados cambios!). Con cuatro párrafos que saqué de aquella web llené medio trabajo, y la experiencia en internet me pareció interesantísima pero breve, lo que tardé en consumir aquel mítico zumo de piña.
Pasó más de un año hasta que volví a navegar, utilizando fraudulentamente un ordenador con conexión en el Saló de l'Ensenyament (una progrepijada para preadolescentes donde nos vendían las maravillas de cada universidad para posibles estudios futuros). Apenas pasó un minuto hasta que el monitor que había por allí se dio cuenta de que estaba intentando conectarme en lugar de usar el PC para lo que estaba previsto. Sólo me dio tiempo a mirar el historial en la barra de direcciones, y comprobar que la mitad de las páginas recientemente visitas debían ser webs pornográficas.
A los 16 llegó internet a casa y, cuestión de sentimientos, la primera web visitada fue la de la extinta escudería Minardi de F1. Ah, aquellos tiempos que nunca volverán.
¿Cuándo fue la primera vez que usted utilizó internet? Yo, a los catorce años. En el cibercafé de La Farga de Hospitalet, que en su día había sido uno de los primeros en España de esas características, ahora ya clausurado desde hace muchos años. Nada más entrar, el camarero me preguntó, al ver mi pinta de evidente yogurín, si sabía navegar por internet. Y le dije que sí, por supuesto (y por supuesto que no sabía, pero ya me espabilaría). Se trataba de buscar información para un estúpido trabajo de 1º de BUP sobre la energía solar. Y la prestigiosa, seria y fiable revista Quo recomendaba visitar la web www.censolar.es (¡cielos, sigue abierta, y no con demasiados cambios!). Con cuatro párrafos que saqué de aquella web llené medio trabajo, y la experiencia en internet me pareció interesantísima pero breve, lo que tardé en consumir aquel mítico zumo de piña.
Pasó más de un año hasta que volví a navegar, utilizando fraudulentamente un ordenador con conexión en el Saló de l'Ensenyament (una progrepijada para preadolescentes donde nos vendían las maravillas de cada universidad para posibles estudios futuros). Apenas pasó un minuto hasta que el monitor que había por allí se dio cuenta de que estaba intentando conectarme en lugar de usar el PC para lo que estaba previsto. Sólo me dio tiempo a mirar el historial en la barra de direcciones, y comprobar que la mitad de las páginas recientemente visitas debían ser webs pornográficas.
A los 16 llegó internet a casa y, cuestión de sentimientos, la primera web visitada fue la de la extinta escudería Minardi de F1. Ah, aquellos tiempos que nunca volverán.