La campaña de las elecciones municipales de 1999. Aquel spot del PSOE. La pantalla estaba dividida en dos mitades, y aparecían imágenes contrapuestas que identificaban supuestos valores que encarnaban el PP y el PSOE. En la publicidad socialista no constaban aún las siglas del PP (no habíamos llegado al esperpento del referendum del Estatut), pero uno de los flashes que más me impactó fue la contraposición entre una raqueta de padel y una pelota de fútbol.
De acuerdo con el entonces líder del PSOE, un tal Almunia que ahora vive de comisario europeo sin que nadie lo haya elegido (como todos en la UE), si eres un tío humilde, amigable y futbolero, tu partido es el PSOE. Si eres un nene de papá, pijo y amante del padel, tu partido es el PP.
Aquella contraposición de estilos de vida me repugnó (ay, lo que me esperaba en años venideros). No sólo por lo que decía, sino por la visión dirigista, manejable, planificadora del comportamiento de la sociedad. Estos son los nuestros, y son así. Esos otros son ellos, y son así.
El problema no era sólo qué ocurría con los que ni éramos amigables, ni nos gustaba el fútbol, ni éramos pijos, ni nos gustaba el padel. El problema grave era aquella intromisión en los gustos de la gente, en la visión subyacente de los ciudadanos como súbditos.
De acuerdo con el entonces líder del PSOE, un tal Almunia que ahora vive de comisario europeo sin que nadie lo haya elegido (como todos en la UE), si eres un tío humilde, amigable y futbolero, tu partido es el PSOE. Si eres un nene de papá, pijo y amante del padel, tu partido es el PP.
Aquella contraposición de estilos de vida me repugnó (ay, lo que me esperaba en años venideros). No sólo por lo que decía, sino por la visión dirigista, manejable, planificadora del comportamiento de la sociedad. Estos son los nuestros, y son así. Esos otros son ellos, y son así.
El problema no era sólo qué ocurría con los que ni éramos amigables, ni nos gustaba el fútbol, ni éramos pijos, ni nos gustaba el padel. El problema grave era aquella intromisión en los gustos de la gente, en la visión subyacente de los ciudadanos como súbditos.