Yo empecé como oyente tuyo desde tu primer programa, sí, La linterna de principios de septiembre de aquel lejanísimo 1998.
Primero, hora y media de información sosegada, y después hora y media de tertulia interesantísima, excepto las vacuidades de aquella inútil que decía llamarse Teresa Doueil, que sólo hablaba de toros. Al cabo de unos años le pediste una hora más de linterna a los reyes magos, y llegó La linterna de la economía. Fuiste ganando audiencia, fuiste un refugio en los meses asquerosamente enmerdados por la internacional mediática previos a la guerra de Irak, y poco después, te pasaron a la mañana de la Cope, sustituyendo a Luis Herrero.
Y ahí dejaste de ser un analista político de altura para convertirte en un orate gangoso.
A mí a antiprogre me ganan pocos, como defensor a ultranza de la libertad individual por encima de cualquier estupidez colectiva no tengo mucha competencia, como crítico con el binomio Pepiño-Terribas desde luego soy más militante que tú. No leo el ABC, no me gusta Gallardón, no creo en el centrismo, soy inmune a las Niergas. Pero me he cansado de tus habladurías vacías, no me acuerdo de cuándo fue la última vez que diste paso a los titulares del día sin que tu primer comentario fuera la portada de El Mundo, me cansan tus balbuceos sobre el 11-M, tus opiniones no ceñidas a la irrefutabilidad de los hechos, tus teorías conspirativas más cercanas al programa de Iker Jiménez que al rigor intelectual, no me da la gana de que quieras ser el líder del Partido Popular a modo de Polanco de la derecha, me río de Luis del Chino y de Ignecio Villa, me avergüenza que destaques la entrevista al deficiente mental, ese que llamas Emilio Suáguez Tgashoggas, no entiendo cómo puedes ser tan amigo de Pedrojota, ese que justificaba los asaltos a sedes y amenazas a simpatizantes del PP en mayo de 2003 y defendía a Josep-Lluís Carod-Rovira tras su segunda reunión con ETA a finales de 2000.
Yo me sigo acordando de aquel hombre semidesconocido que descubría y compartía con sus oyentes las entrañas de la vida política española entre 1998 y 2003, y ahora te veo con la audiencia subida a la cabeza, con tus idioteces y con tus colaboradores seguidores ciegos de tu doctrina y de tus agujeros negros. Y no te reconozco.
Primero, hora y media de información sosegada, y después hora y media de tertulia interesantísima, excepto las vacuidades de aquella inútil que decía llamarse Teresa Doueil, que sólo hablaba de toros. Al cabo de unos años le pediste una hora más de linterna a los reyes magos, y llegó La linterna de la economía. Fuiste ganando audiencia, fuiste un refugio en los meses asquerosamente enmerdados por la internacional mediática previos a la guerra de Irak, y poco después, te pasaron a la mañana de la Cope, sustituyendo a Luis Herrero.
Y ahí dejaste de ser un analista político de altura para convertirte en un orate gangoso.
A mí a antiprogre me ganan pocos, como defensor a ultranza de la libertad individual por encima de cualquier estupidez colectiva no tengo mucha competencia, como crítico con el binomio Pepiño-Terribas desde luego soy más militante que tú. No leo el ABC, no me gusta Gallardón, no creo en el centrismo, soy inmune a las Niergas. Pero me he cansado de tus habladurías vacías, no me acuerdo de cuándo fue la última vez que diste paso a los titulares del día sin que tu primer comentario fuera la portada de El Mundo, me cansan tus balbuceos sobre el 11-M, tus opiniones no ceñidas a la irrefutabilidad de los hechos, tus teorías conspirativas más cercanas al programa de Iker Jiménez que al rigor intelectual, no me da la gana de que quieras ser el líder del Partido Popular a modo de Polanco de la derecha, me río de Luis del Chino y de Ignecio Villa, me avergüenza que destaques la entrevista al deficiente mental, ese que llamas Emilio Suáguez Tgashoggas, no entiendo cómo puedes ser tan amigo de Pedrojota, ese que justificaba los asaltos a sedes y amenazas a simpatizantes del PP en mayo de 2003 y defendía a Josep-Lluís Carod-Rovira tras su segunda reunión con ETA a finales de 2000.
Yo me sigo acordando de aquel hombre semidesconocido que descubría y compartía con sus oyentes las entrañas de la vida política española entre 1998 y 2003, y ahora te veo con la audiencia subida a la cabeza, con tus idioteces y con tus colaboradores seguidores ciegos de tu doctrina y de tus agujeros negros. Y no te reconozco.