"Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros". Se le atribuye a Groucho Marx, pero sin duda es algo perfectamente extensible a la mayoría de la población. Todos vendemos nuestras convicciones por cuatro duros, es decir, no tenemos convicciones. Todos somos unos corruptos en potencia.
Yo mismo, por ejemplo. Debería darme vergüenza mirarme al espejo. Me paso un mes en este blog rajando sobre la gran estafa de la pedagogía, y luego entrego un informe de 80 páginas glosando las virtudes del constructivismo y de la alfabetización científica a cambio de un Certificado de Aptitud Pedagógica. El día menos pensado colgaré el informe aquí, y cualquiera podrá juzgar cuán pedagógico, conductual, investigativo y giliprogre puede llegar a mostrarse uno por un plato de lentejas.
Me paso media vida criticando el gasto público desmedido de la administración autonómica, el despilfarro y las constantes reivindicaciones de una mayor y mejor financiación para Cataluña, y luego aspiro a recibir una beca para cobrar de la Generalitat durante los próximos tres o cuatro años. Critico vorazmente el microcosmos nacionalista, su lenguaje, su retórica, sus sobreentendidos, su ensimismamiento, y luego defiendo en esa solicitud de beca que es muy importante un respaldo institucional para mantener bien arrelada la mediana industria tradicional catalana, uno de los símbolos característicos del nostre país.
No me extraña que en lugares como el Congreso de los Diputados se suela acatar a rajatabla la disciplina de voto: la pasta es la pasta. ¡Quién no ha sentido alguna vez corrompido, si yo mismo, para finalizar, niego la simplona teoría del calentamiento global, y busco a la vez financiación para un proyecto que consiga reducir la emisión de gases del efecto invernadero!
Yo mismo, por ejemplo. Debería darme vergüenza mirarme al espejo. Me paso un mes en este blog rajando sobre la gran estafa de la pedagogía, y luego entrego un informe de 80 páginas glosando las virtudes del constructivismo y de la alfabetización científica a cambio de un Certificado de Aptitud Pedagógica. El día menos pensado colgaré el informe aquí, y cualquiera podrá juzgar cuán pedagógico, conductual, investigativo y giliprogre puede llegar a mostrarse uno por un plato de lentejas.
Me paso media vida criticando el gasto público desmedido de la administración autonómica, el despilfarro y las constantes reivindicaciones de una mayor y mejor financiación para Cataluña, y luego aspiro a recibir una beca para cobrar de la Generalitat durante los próximos tres o cuatro años. Critico vorazmente el microcosmos nacionalista, su lenguaje, su retórica, sus sobreentendidos, su ensimismamiento, y luego defiendo en esa solicitud de beca que es muy importante un respaldo institucional para mantener bien arrelada la mediana industria tradicional catalana, uno de los símbolos característicos del nostre país.
No me extraña que en lugares como el Congreso de los Diputados se suela acatar a rajatabla la disciplina de voto: la pasta es la pasta. ¡Quién no ha sentido alguna vez corrompido, si yo mismo, para finalizar, niego la simplona teoría del calentamiento global, y busco a la vez financiación para un proyecto que consiga reducir la emisión de gases del efecto invernadero!
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Querido Anónimo:
Sí, soy un imberbe de vida (¡y de obra!), yo mismo no lo hubiera definido mejor. Lo que pasa es que, además de ágrafo y exabrupto, hay otro vocablo muy recurrido en esta modesta bitácora que bien podría plasmar tu actitud: pepiñoide.
Sí, soy un imberbe de vida (¡y de obra!), yo mismo no lo hubiera definido mejor. Lo que pasa es que, además de ágrafo y exabrupto, hay otro vocablo muy recurrido en esta modesta bitácora que bien podría plasmar tu actitud: pepiñoide.