Uno de los inventos de la enseñanza innovadora son los llamados currículos CTS: ciencia-tecnología-sociedad.
Los proyectos CTS son formas alternativas de enseñar ciencias en la ESO y el bachillerato. Vienen importados de Inglaterra, cuna de la pedagogía, y proponen invertir el orden en que se explican las cosas: primero las aplicaciones, luego la teoría. Veamos cuáles son las diferencias (los antagonismos, de hecho) con la forma tradicional de enseñar ciencias.
Desde una perspectiva tradicional, carca, retrógrada y antipedagógica, el profesor de ciencias expone definiciones, proposiciones, razonamientos, descripciones de sistemas, etcétera, para que los alumnos
1) los interioricen,
2) entiendan el funcionamiento de procesos sencillos en física, química, biología o geología,
3) tengan una formación básica sobre la que construir nuevas ideas en una posible formación universitaria futura,
y 4) estructuren su mente aprendiendo a razonar de manera ordenada, lo cual a mí me parece el objetivo que debería ser más importante en la educación secundaria y que, por supuesto, no se consigue.
Esta forma tradicional de enseñar ciencias exige dedicación y constancia al estudiante, esfuerzo intelectual y un cierto bagaje matemático y científico previo para entender algunas cosas. Como con la LOGSE (y, por supuesto, con la LOE) se exige menos y se trabaja nada, estos recursos previos son menores y, por lo tanto, los conocimientos con los que salen nuestros alumnos del Bachillerato son también cada vez menores. Y dado que son menores, unos iluminados han tenido una idea: ¿por qué no consideramos que los objetivos son ahora otros, y acabamos con el problema de que nuestros escolares sepan cada vez menos, simplemente porque dejamos de considerar que eso sea un problema? ¡Sí, sí! ¡Seamos innovadores! ¡Apliquemos un proyecto CTS!
¿Qué es un proyecto CTS? A diferencia de la ciencia tradicional, donde lo primero que se ve en clase son los principios, ideas y hechos científicos, y si da tiempo se acaba dando alguna aplicación, industrial o utilitarista, si queremos, en el mundo contemporáneo, los proyectos CTS empiezan la casa por el tejado, hablan fundamentalmente de esas aplicaciones de la ciencia y sus repercusiones en nuestro contexto sociocultural, y en todo caso si da tiempo ya se comentará algún principio químico o algún proceso físico, de refilón.
En Cataluña, en los últimos años diez institutos públicos, la mayoría en la provincia de Barcelona, han puesto en marcha de forma experimental el proyecto de Física Salters, una modalidad CTS de explicar Física en el Bachillerato.
¿Qué hacen los escolares-conejillos de indias a los que se les aplica el proyecto Salters? No se les habla del campo gravitatorio: se les presenta el problema de la basura espacial. No se les habla de la propagación de ondas: se comenta la controversia en torno a la contaminación sonora. No se les enseña el clásico bloque de cinemática y dinámica: se les habla de las competiciones de atletismo. Como mucho, conocen qué es una aceleración, y como no saben derivar han visto de dónde sale el tiempo de desintegración radiactiva jugando con 100 dados. Está vetado plantear (y no digamos ya resolver) problemas, y es muy importante que en la mayoría de temas haya referencias a dos aspectos: la educación ambiental y el contexto sociocultural de Cataluña, ya que por aquello de la formación del espíritu nacional hay que procurar que los atletas nombrados sean catalanes o que tal montaña del dibujo sea el Montseny mejor que los Ancares.
La profesora que nos plantea todo este asunto en el curso del CAP es física y lo ha puesto en marcha experimentalmente en un instituto: es una ardua defensora del CTS, "porque yo cuando hice la carrera me era muy difícil, y es mejor que no pongamos tantos impedimentos a los chavales... total...".
Incluso mis compañeros del CAP, que son progres de manual todos ellos y no suelen quejarse, mayoritariamente se asombran con el desparpajo que exhibe la mujer esta al proclamar el paso por el túrmix de los cerebros adolescentes. Alguno se atreve a comentarle: oiga, esto está muy bien, pero ¿y la selectividad? ¿Qué notas van a sacar estos chicos cuando se les haga el mismo examen que a los demás? ¿Los que lo pasen, luego no tendrán más dificultades en su carrera, al tener menos fundamentos teóricos?
La Formadora, con cara de asco: "Bueno, si tú consideras que es mejor que se pongan a resolver planos inclinados..." Y acentúa la cara de asco al pronunciar planos inclinados. Ella debe ser de aquellas que siempre confundía el seno y el coseno, le daba mal la fuerza normal y jodía todo el problema. La Formadora ignora que lo importante de los planos inclinados no es el acto de vomitar cálculos, sino que esos ejercicios sirven como excusa para ejercitar la mente, entender procesos sencillos y tener un esquema lógico razonable en la cabecita. Sobre la selectividad, dice que claro, que lo hay que hacer para que eso no ocurra es forzar a que la prueba de selectividad sea más fácil. Y sonríe, impávida.
Como ciudadanos, tenemos un imperativo moral del que no nos podemos evadir: proyectos como el Salters, que está en fase experimental en algunos centros de Cataluña, anulan y desmotivan a los adolescentes, les complican la vida en el momento de llegar al examen de selectividad y pueden condicionar toda su formación futura y, por ende, el tipo de vida que van a llevar en el futuro. Es obligación de todos proclamar que la pedagogía es un grave peligro para el progreso de una sociedad libre, ya que la incultura es la antítesis de la libertad, proclamar que el rey va desnudo, que hay que mandar al paro a los apologetas de la didáctica antes de que ellos manden al paro a una futura generación de animales iletrados, por obra y gracia de la LOGSE primero y de la LOE después.