jueves, octubre 12, 2006

La afección de Montilla


El candidato de los socialistas catalanes, Montilla creo que se llama, dice que su partido jamás aceptará en su interior a personas con comportamientos antidemocráticos que boicoteen o perturben actos de campaña del Partido Popular, "porque son catalanes y son ciudadanos".

Al margen de que las explicaciones de Montilla sugieran que si hubiera venido Acebes solo, sí se le podría haber agredido porque él no es catalán, el épico exministro de Industria, Comercio y Turismo aparenta tener una volátil memoria.

En efecto, Montilla era primer secretario del PSC cuando militantes de su partido, con banderas de su partido y cacerola en ristre, impidieron la normal inauguración de la campaña electoral del PP de Tarragona en las municipales de 2003. Los socialistas rodearon, persiguieron e insultaron a los simpatizantes del PP aquella medianoche y les impidieron realizar la tradicional pegada de carteles, sin reacción conocida por parte de Montilla.

Montilla lleva muchos años dirigiendo el PSC, permitiendo todo tipo de fechorías y facherías contra el único partido que hace oposición en Cataluña, a no ser que algún ingenuo considere que el chiringuito de CIU es también oposición y no una pieza más del stablishment. Montilla no ha dicho esta boca es mía cuando miembros de las juventudes de su partido han participado en iniciativas que exigen la ilegalización del PP, Montilla ha callado cuando a los escasos peperos catalanes, émulos de David contra Goliat, les han pinchado las ruedas de los coches, les han pintado ataúdes en sus domicilios, les han tirado macetas, les han acusado de las conductas más abominables. Montilla no ha pedido perdón por el lema (y el discurso) del PSC en el reciente referendum estatutario catalán, y ahora la paga el mindundi de las juventudes socialistas de Martorell, como si no hubiera hecho otra cosa que imitar el habitual comportamiento de sus correligionarios. Todo como consecuencia de ese desgraciado ataque de amnesia del exministro.

No me queda, pues, más que desearle una pronta recuperación a don José Montilla Aguilera. En cuanto su memoria selectiva mejore y todos los recuerdos regresen, quizás sea consecuente y se destituya a sí mismo.