Las novelas ficticias disfrazadas de realidad como El código da Vinci, las estafas informativas disfrazadas de rigurosidad como el programa radiofónico de Iker Jiménez, las leyendas urbanas como el numerito de Ricky Martin, el armario, la niña y el perrito en Sorpresa sorpresa, o los pedos mentales como la teoría que sostiene que la llegada del hombre a la Luna es un montaje son construcciones intelectuales cuyo incontestable éxito radica en que son absolutamente falsas. Unas veces, la vida cotidiana es aburrida; otras, los hechos no son como a uno le gustaría. El caso es que es siempre atrayente fantasear.
El problema llega cuando uno saca a relucir sus fantasías, pretende reforzarlas y darles credibilidad. Ahí terminan las fantasías y empiezan las fantasmadas. A estas alturas, cualquiera que se considere honesto sabe que la versión conspiracionista de los atentados del 11 de marzo, en la que yo creí inicialmente y en la que comencé a descreer con el paso del tiempo, es una pura fantasmada. Claro que la izquierda se aprovechó electoralmente de los muertos. Claro que Rubalcaba delinquió la tarde del 13 de marzo. Claro que el Grupo Prisa mintió todo lo que pudo en aquellos días. Claro que Zapatero es presidente del gobierno por la elevada participación electoral subsiguiente a los atentados. Claro que los socialistas de todos los partidos quieren que la población olvide todo. Todo eso así porque el PSOE es un inmenso pozal de mierda, pero eso ya lo sabíamos y yo no lo voy a olvidar nunca, no hace falta que venga el progre a ratos de Pedrojota Ramírez a decir bobadas sobre el ácido bórico y la orquesta del lamentable Javier Gurruchaga.
Las autodenominadas revelaciones que el periódico El Mundo (El Mundo, ese libelo que defendía a Josep-Lluís Carod-Rovira en sus conversaciones clandestinas con ETA, ese diario inane que censuró las columnas de Gabriel Albiac en la época de la guerra de Irak, ese medio que dice ser tan independiente pero prescinde de Jesús Cacho por meterse con Emilio Botín y El Corte Inglés, ese tebeo propalestino en el que han escrito personajes como Enric Sopena, Antonio Gala, Eduardo Mendicutti o Fernando García Pelegrín, ese panfleto que pactó con Zapatero las fotos en las que el adolescente permanecía sentado al paso de la bandera norteamericana el 12 de octubre de 2003, ese periódico que hace todo eso y pretende ser la referencia informativa de la derecha española, cuando debería pasar a llamarse El Mundo Obrero) viene publicando desde hace dos años han resultado ser la nada con sifón. Las noticias deben estar basadas en los hechos, y ningún hecho ha sido reseñado en los dos años de agujeros negros. Hasta tal punto, que la única noticia cierta que un medio de comunicación escrito ha publicado sobre el 11-M al margen de las informaciones oficiales no la ha publicado El Mundo: fue La Razón quien desveló primero que varios de los imputados eran confidentes policiales.
Las falsedades dan audiencia y por eso El Mundo es el diario que más crece. Por supuesto, el PSOE y sus animadores mediáticos bien podrían guardar un discreto silencio sobre las meteduras de pata, una tras otra, una tras otra, de Pedrojota. El Mundo está haciendo con el 11M algo muy parecido a lo que han hecho la SER y El País con la famosa trama inmobiliaria de Madrid que supuestamente compró a dos diputados socialistas (a las dos horas, Fernando Schwartz en Lo+Plus ya sabía cuánto les habían pagado) o, más recientemente, con la celebrada trama PPirómana de Galicia: sembrar detritus, engañar a la población y difundir insinuaciones respecto de una preconcebida verdad de la que nos pretenden convencer.
Yo no creo, ni mucho menos, que sepamos toda la verdad sobre el 11-M, pero estoy plenamente convencido de que ni Pedrojota ni la Cope han contribuído lo más mínimo a descubrir nada. El estilo SER se impone, y en la actualidad la Cope se dedica a perseguir la destrucción personal de aquellos que consideran que a Losantos, al que yo he defendido hasta poner en riesgo mi integridad física, se le ha subido la audiencia a la cabeza y que el PP no tiene por qué atender a la agenda de dos medios de comunicación como si esto fuera el seguidismo de la calle Ferraz respecto de Don Jesús.
El problema llega cuando uno saca a relucir sus fantasías, pretende reforzarlas y darles credibilidad. Ahí terminan las fantasías y empiezan las fantasmadas. A estas alturas, cualquiera que se considere honesto sabe que la versión conspiracionista de los atentados del 11 de marzo, en la que yo creí inicialmente y en la que comencé a descreer con el paso del tiempo, es una pura fantasmada. Claro que la izquierda se aprovechó electoralmente de los muertos. Claro que Rubalcaba delinquió la tarde del 13 de marzo. Claro que el Grupo Prisa mintió todo lo que pudo en aquellos días. Claro que Zapatero es presidente del gobierno por la elevada participación electoral subsiguiente a los atentados. Claro que los socialistas de todos los partidos quieren que la población olvide todo. Todo eso así porque el PSOE es un inmenso pozal de mierda, pero eso ya lo sabíamos y yo no lo voy a olvidar nunca, no hace falta que venga el progre a ratos de Pedrojota Ramírez a decir bobadas sobre el ácido bórico y la orquesta del lamentable Javier Gurruchaga.
Las autodenominadas revelaciones que el periódico El Mundo (El Mundo, ese libelo que defendía a Josep-Lluís Carod-Rovira en sus conversaciones clandestinas con ETA, ese diario inane que censuró las columnas de Gabriel Albiac en la época de la guerra de Irak, ese medio que dice ser tan independiente pero prescinde de Jesús Cacho por meterse con Emilio Botín y El Corte Inglés, ese tebeo propalestino en el que han escrito personajes como Enric Sopena, Antonio Gala, Eduardo Mendicutti o Fernando García Pelegrín, ese panfleto que pactó con Zapatero las fotos en las que el adolescente permanecía sentado al paso de la bandera norteamericana el 12 de octubre de 2003, ese periódico que hace todo eso y pretende ser la referencia informativa de la derecha española, cuando debería pasar a llamarse El Mundo Obrero) viene publicando desde hace dos años han resultado ser la nada con sifón. Las noticias deben estar basadas en los hechos, y ningún hecho ha sido reseñado en los dos años de agujeros negros. Hasta tal punto, que la única noticia cierta que un medio de comunicación escrito ha publicado sobre el 11-M al margen de las informaciones oficiales no la ha publicado El Mundo: fue La Razón quien desveló primero que varios de los imputados eran confidentes policiales.
Las falsedades dan audiencia y por eso El Mundo es el diario que más crece. Por supuesto, el PSOE y sus animadores mediáticos bien podrían guardar un discreto silencio sobre las meteduras de pata, una tras otra, una tras otra, de Pedrojota. El Mundo está haciendo con el 11M algo muy parecido a lo que han hecho la SER y El País con la famosa trama inmobiliaria de Madrid que supuestamente compró a dos diputados socialistas (a las dos horas, Fernando Schwartz en Lo+Plus ya sabía cuánto les habían pagado) o, más recientemente, con la celebrada trama PPirómana de Galicia: sembrar detritus, engañar a la población y difundir insinuaciones respecto de una preconcebida verdad de la que nos pretenden convencer.
Yo no creo, ni mucho menos, que sepamos toda la verdad sobre el 11-M, pero estoy plenamente convencido de que ni Pedrojota ni la Cope han contribuído lo más mínimo a descubrir nada. El estilo SER se impone, y en la actualidad la Cope se dedica a perseguir la destrucción personal de aquellos que consideran que a Losantos, al que yo he defendido hasta poner en riesgo mi integridad física, se le ha subido la audiencia a la cabeza y que el PP no tiene por qué atender a la agenda de dos medios de comunicación como si esto fuera el seguidismo de la calle Ferraz respecto de Don Jesús.