Seguir el debate sobre el proyecto de reforma del Estatuto de la Comunidad Autónoma del País Vasco puede conllevar la descorazonadora sensación de ser consciente de la demoledora indigencia mental y la capacidad para insultar a la inteligencia de los contribuyentes de las que hacen gala la mayoría de representantes políticos que han tomado la palabra este martes.
Sus señorías, con la sola excepción de Mariano Rajoy, han gastado 7 horas y media, con el dinero que ello comporta, haciendo el bobo, glosando en inacabables intervenciones temas intrascendentes sin entrar en el fondo de la cuestión. Ni los nacionalistas, comenzando por el de las tortas, ni los socialistas han valorado en ningún momento el contenido de la propuesta del parlamento vasco: Ibarretxe & company se han limitado a contar que su plan homónimo es perfectamente legal y democrático, y viene avalado por la mayoría de la cámara autonómica, por lo que debe ser aprobado.
El grupo socialista, con Rubalcaba, se ha limitado análogamente a contar que el plan es ilegal y antidemocrático, y además no ha sido favorablemente por el Partido Socialista de Euskadi, por lo que debe ser rechazado. Por su parte, el presidente Rodríguez ha tomado la palabra dos veces, pero no recuerdo de qué hablado, probablemente porque no haya hablado de nada, más allá de esbozar una seductora sonrisa y de enseñar lo grande que tiene el talante.
Sólo Mariano Rajoy, que en mi opinión ha hecho el mejor discurso de cuantos le he escuchado, ha basado su intervención en criticar el contenido del plan, con una idea elemental: no es admisible en un Estado democrático dar entidad a "pueblos" como sujeto colectivo en base a criterios excluyentes de homogeneidad de lengua, apellidos o Rh. Esto, que es de sentido común, ha sido sistemáticamente ignorado por todos los demás grupos parlamentarios.
Tiempo habrá de analizar las numerosas barbaridades y la cara dura que han exhibido algunos diputados, referencias al útero vasco incluídas. De los políticos nos libre Dios.
Sus señorías, con la sola excepción de Mariano Rajoy, han gastado 7 horas y media, con el dinero que ello comporta, haciendo el bobo, glosando en inacabables intervenciones temas intrascendentes sin entrar en el fondo de la cuestión. Ni los nacionalistas, comenzando por el de las tortas, ni los socialistas han valorado en ningún momento el contenido de la propuesta del parlamento vasco: Ibarretxe & company se han limitado a contar que su plan homónimo es perfectamente legal y democrático, y viene avalado por la mayoría de la cámara autonómica, por lo que debe ser aprobado.
El grupo socialista, con Rubalcaba, se ha limitado análogamente a contar que el plan es ilegal y antidemocrático, y además no ha sido favorablemente por el Partido Socialista de Euskadi, por lo que debe ser rechazado. Por su parte, el presidente Rodríguez ha tomado la palabra dos veces, pero no recuerdo de qué hablado, probablemente porque no haya hablado de nada, más allá de esbozar una seductora sonrisa y de enseñar lo grande que tiene el talante.
Sólo Mariano Rajoy, que en mi opinión ha hecho el mejor discurso de cuantos le he escuchado, ha basado su intervención en criticar el contenido del plan, con una idea elemental: no es admisible en un Estado democrático dar entidad a "pueblos" como sujeto colectivo en base a criterios excluyentes de homogeneidad de lengua, apellidos o Rh. Esto, que es de sentido común, ha sido sistemáticamente ignorado por todos los demás grupos parlamentarios.
Tiempo habrá de analizar las numerosas barbaridades y la cara dura que han exhibido algunos diputados, referencias al útero vasco incluídas. De los políticos nos libre Dios.
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