Desde que el Parlamento Europeo abrió sus puertas -y su hemiciclo- al pésimo cantante Juanes con no sé qué excusa, ya nadie que sea intelectualmente honesto puede dudar de que Europa, la Unión Europea, es un espanto, somos un monstruo.
Europa es una máquina de burocracia, un paraíso del funcionariado, una enorme comedia de enredo en la que se interpreta un escenario de aparente libre mercado, pero donde el poder político tiene la última palabra en todo y su última palabra suele traer infames consecuencias. Europa es Romano Prodi, Europa es José Borrell, Europa es Dominicque de Villepin, Europa son los países nórdicos. También hay unos cuantos outsiders, es cierto, como Nicolas Sarkozy, que son -o al menos lo parecen- revolucionarios liberales que plantean valores como el esfuerzo personal o la responsabilidad individual, pero son la inmensa minoría.
El espectacular golpe de teatro en el caso Endesa, que acabará con una compañía española privatizada volviendo, en la práctica, a ser nacionalizada al estar comandada por una empresa controlada por el Estado italiano, es el mejor ejemplo de que, además de socialistas en potencia, los europeos no tenemos vergüenza. Como mínimo, en Bolivia o Venezuela no disimulan sus atropellos/nacionalizaciones. Aquí se hace todo teatralizando y burocratizando, y así nos va.
Europa es una máquina de burocracia, un paraíso del funcionariado, una enorme comedia de enredo en la que se interpreta un escenario de aparente libre mercado, pero donde el poder político tiene la última palabra en todo y su última palabra suele traer infames consecuencias. Europa es Romano Prodi, Europa es José Borrell, Europa es Dominicque de Villepin, Europa son los países nórdicos. También hay unos cuantos outsiders, es cierto, como Nicolas Sarkozy, que son -o al menos lo parecen- revolucionarios liberales que plantean valores como el esfuerzo personal o la responsabilidad individual, pero son la inmensa minoría.
El espectacular golpe de teatro en el caso Endesa, que acabará con una compañía española privatizada volviendo, en la práctica, a ser nacionalizada al estar comandada por una empresa controlada por el Estado italiano, es el mejor ejemplo de que, además de socialistas en potencia, los europeos no tenemos vergüenza. Como mínimo, en Bolivia o Venezuela no disimulan sus atropellos/nacionalizaciones. Aquí se hace todo teatralizando y burocratizando, y así nos va.