Sin duda, no habrán oído hablar del señor Manuel Belda Díaz en su vida. Manuel Belda es uno de esos ejemplos de que Cataluña no es un sitio normal; debería haber sido, en su momento, portada en los periódicos de toda España en lugar de un completo desconocido, símbolo de la vergüenza de un país en el que hasta hace cuatro días a nadie le importaba la falta de libertades para poder decir lo que a uno le viniera en gana.
Manuel Belda era un militante de base del PP de Gerona, afincado en Ripoll, su pueblo de toda la vida. A sus 63 años, fue el candidato del PP a la alcaldía de Ripoll, municipio en el que este partido jamás había obtenido representación, en las elecciones locales de 1995. Contra todo pronóstico y por sólo un margen de 10 votos, consiguió salir elegido concejal, único edil del PP en el municipio, junto a los 9 de CIU, 6 del PSC y 1 de ERC. Se da la circunstancia de que la comarca del Ripollès no es, digamos, especialmente proclive a los postulados de la derecha española, sino más bien seguidora del independentismo rural más recalcitrante. Es la zona de España donde el PP viene obteniendo menor apoyo electoral, menos que en los más infames caseríos guipuzcoanos, en torno al 1-3% de los votos según los comicios.
Hubo unos cuantos a los que no les pareció bien eso de que cualquiera pudiera presentarse a las elecciones municipales, defender sus convicciones y ser libremente votado por sus vecinos. Dos años después de haber iniciado su tarea en el ayuntamiento, el señor Belda y su familia comenzaron a recibir llamadas telefónicas amenazadoras en su domicilio. Unos meses más tarde, empezaron las pintadas en la fachada de su domicilio, primero con las cruces gamadas junto al logo del PP, luego con el apellido Belda en el centro de una diana, después con dibujos de ataúdes. Nadie en el ayuntamiento de Ripoll movió un dedo por él. Manuel Belda tuvo que recurrir a protección policial.
Al final, presentó la dimisión, en la primavera de 1998. El segundo de la lista del PP de Ripoll, Pere Flores, comenzó también a recibir amenazas antes incluso de tomar posesión de su cargo, algo que finalmente decidió no hacer. La tercera de la lista era la esposa de Manuel Belda, que obviamente también renunció. El cuarto puesto de la candidatura lo ocupaba Irene Payet, quien finalmente fue la sustituta de Manuel Belda. Al cabo de unos días, también se volvió a repetir la historia y la señora Payet dimitió nuevamente por amenazas. Todo, ante el silencio prácticamente completo de los medios de comunicación de toda España, pero sobre todo y de una forma escandalosa, de los medios de comunicación catalanes. Finalmente el Partido Popular de Cataluña optó por no reemplazar ese puesto de concejal y dejarlo vacante. La voluntad de los 351 ciudadanos de Ripoll que habían votado al PP había sido finalmente torcida por las amenazas terroristas, con todas las letras, de algún personaje. Nadie hizo nada. Fue una vergüenza.
Semanas después, la policía autonómica detenía a Toti Juanola, miembro de Maulets (una organización independentista a la izquierda de las JERC), al haber probado mediante estudios grafológicos que las pintadas callejeras de Juanola coincidían con otras que él había hecho años atrás contra la Guardia Civil y textos escritos suyos. Aquí los medios de comunicación catalanes ya empezaron a prestar más atención al caso: se mostraron las concentraciones de apoyo al nacionalista Juanola frente a los juzgados, con personalidades como el actor Joel Joan, el excoordinador de Unió de Pagesos Pep Riera, el diputado de ICV Joan Boada, el filósofo Josep Maria Terricabras, y una cincuentena de cargos políticos de la provincia de Gerona, entre ellos el alcalde socialista de Olot, Lluís Sacrest. Por su parte, el diputado de ERC Joan Puigcercós, entonces máximo dirigente del partido en el Ripollès, culpó a los militantes del PP de la situación, los acusó de victimistas aprovechados, vinculó las amenazas de muerte a Manuel Belda a un clima creado por el centralismo de Madrit y defendió el independentismo pacífico de Maulets. Nadie mostró su apoyo de los miembros del PP. Nadie.
La defensa aportó un informe grafológico alternativo realizado por una psicóloga de la Universidad de Gerona. Finalmente, Toti Juanola fue declarado inocente, ante la existencia de dos informes contradictorios realizados por sendos profesionales cualificados en el mundo de la grafología, y de toda aquella historia nunca más se supo. Nunca nadie ha tenido la menor actitud de reconocimiento a los meses que pasó Manuel Belda en esta Cataluña tan orgullosa de sí misma, tan democrática, tan solidaria y tan plural. Imagino que todavía vive, debe rondar los 75 años. Sirvan estas líneas como pequeño recuerdo a su breve paso por la política, a su perseverancia, a sus convicciones y a su valentía estando rodeado de nacionalistas que, cuanto más se empeñan en tapar pequeñas historias como esta, más revelan su bajeza moral.
Manuel Belda era un militante de base del PP de Gerona, afincado en Ripoll, su pueblo de toda la vida. A sus 63 años, fue el candidato del PP a la alcaldía de Ripoll, municipio en el que este partido jamás había obtenido representación, en las elecciones locales de 1995. Contra todo pronóstico y por sólo un margen de 10 votos, consiguió salir elegido concejal, único edil del PP en el municipio, junto a los 9 de CIU, 6 del PSC y 1 de ERC. Se da la circunstancia de que la comarca del Ripollès no es, digamos, especialmente proclive a los postulados de la derecha española, sino más bien seguidora del independentismo rural más recalcitrante. Es la zona de España donde el PP viene obteniendo menor apoyo electoral, menos que en los más infames caseríos guipuzcoanos, en torno al 1-3% de los votos según los comicios.
Hubo unos cuantos a los que no les pareció bien eso de que cualquiera pudiera presentarse a las elecciones municipales, defender sus convicciones y ser libremente votado por sus vecinos. Dos años después de haber iniciado su tarea en el ayuntamiento, el señor Belda y su familia comenzaron a recibir llamadas telefónicas amenazadoras en su domicilio. Unos meses más tarde, empezaron las pintadas en la fachada de su domicilio, primero con las cruces gamadas junto al logo del PP, luego con el apellido Belda en el centro de una diana, después con dibujos de ataúdes. Nadie en el ayuntamiento de Ripoll movió un dedo por él. Manuel Belda tuvo que recurrir a protección policial.
Al final, presentó la dimisión, en la primavera de 1998. El segundo de la lista del PP de Ripoll, Pere Flores, comenzó también a recibir amenazas antes incluso de tomar posesión de su cargo, algo que finalmente decidió no hacer. La tercera de la lista era la esposa de Manuel Belda, que obviamente también renunció. El cuarto puesto de la candidatura lo ocupaba Irene Payet, quien finalmente fue la sustituta de Manuel Belda. Al cabo de unos días, también se volvió a repetir la historia y la señora Payet dimitió nuevamente por amenazas. Todo, ante el silencio prácticamente completo de los medios de comunicación de toda España, pero sobre todo y de una forma escandalosa, de los medios de comunicación catalanes. Finalmente el Partido Popular de Cataluña optó por no reemplazar ese puesto de concejal y dejarlo vacante. La voluntad de los 351 ciudadanos de Ripoll que habían votado al PP había sido finalmente torcida por las amenazas terroristas, con todas las letras, de algún personaje. Nadie hizo nada. Fue una vergüenza.
Semanas después, la policía autonómica detenía a Toti Juanola, miembro de Maulets (una organización independentista a la izquierda de las JERC), al haber probado mediante estudios grafológicos que las pintadas callejeras de Juanola coincidían con otras que él había hecho años atrás contra la Guardia Civil y textos escritos suyos. Aquí los medios de comunicación catalanes ya empezaron a prestar más atención al caso: se mostraron las concentraciones de apoyo al nacionalista Juanola frente a los juzgados, con personalidades como el actor Joel Joan, el excoordinador de Unió de Pagesos Pep Riera, el diputado de ICV Joan Boada, el filósofo Josep Maria Terricabras, y una cincuentena de cargos políticos de la provincia de Gerona, entre ellos el alcalde socialista de Olot, Lluís Sacrest. Por su parte, el diputado de ERC Joan Puigcercós, entonces máximo dirigente del partido en el Ripollès, culpó a los militantes del PP de la situación, los acusó de victimistas aprovechados, vinculó las amenazas de muerte a Manuel Belda a un clima creado por el centralismo de Madrit y defendió el independentismo pacífico de Maulets. Nadie mostró su apoyo de los miembros del PP. Nadie.
La defensa aportó un informe grafológico alternativo realizado por una psicóloga de la Universidad de Gerona. Finalmente, Toti Juanola fue declarado inocente, ante la existencia de dos informes contradictorios realizados por sendos profesionales cualificados en el mundo de la grafología, y de toda aquella historia nunca más se supo. Nunca nadie ha tenido la menor actitud de reconocimiento a los meses que pasó Manuel Belda en esta Cataluña tan orgullosa de sí misma, tan democrática, tan solidaria y tan plural. Imagino que todavía vive, debe rondar los 75 años. Sirvan estas líneas como pequeño recuerdo a su breve paso por la política, a su perseverancia, a sus convicciones y a su valentía estando rodeado de nacionalistas que, cuanto más se empeñan en tapar pequeñas historias como esta, más revelan su bajeza moral.