Lo curioso no es que Fernando Sánchez Dragó dijera que los madrileños son sucios. Lo interesantísimo es que al día siguiente saliera pidiendo disculpas, orejas de burro en ristre. Si Dragó cree que Madrid es un sitio asqueroso, no veo por qué debe pedir perdón, no es más que una graciosa concesión a la corrección política.
Los socialistas madrileños, profundamente ofendidos, han solicitado la expulsión de Telemadrid del escritor, y han afirmado, agárrense, que sus opiniones sobre los madrileños no son más que una extensión del pensamiento político del Partido Popular, que por lo visto, también debe considerar que Madrid es más bien mugriento.
A mí me parece sanísimo meterse con los territorios y colectivos, así en general, sobre todo porque permite comprobar quién, como un rayo, aparece para fingir hipócritamente estar ofendido.
En el famoso programa de Jesús Quintero de esta semana, Rafael Amargo dijo que hubo personas que le siguieron al acabar su intervención en el Carnaval y que Tenerife es un sitio peligroso, antidemocrático y franquista. El hasta ahora desconocido Centro Canario se ha querellado contra él "por injurias y calumnias contra el pueblo chicharrero". Calumnias contra un pueblo, dicen; hace falta tener estómago. ¿Qué problema hay en injuriar a un pueblo? No hay nada más democrático, más defensor del individuo frente al totum revolutum que insultar, repudiar, injuriar, ofender, pisotear la idea esa de "el pueblo", "nuestro pueblo", nosotros, en definitiva. Así que insultos a los territorios sí, todos los que haga falta. No se van a molestar demasiado las piedras.
Los socialistas madrileños, profundamente ofendidos, han solicitado la expulsión de Telemadrid del escritor, y han afirmado, agárrense, que sus opiniones sobre los madrileños no son más que una extensión del pensamiento político del Partido Popular, que por lo visto, también debe considerar que Madrid es más bien mugriento.
A mí me parece sanísimo meterse con los territorios y colectivos, así en general, sobre todo porque permite comprobar quién, como un rayo, aparece para fingir hipócritamente estar ofendido.
En el famoso programa de Jesús Quintero de esta semana, Rafael Amargo dijo que hubo personas que le siguieron al acabar su intervención en el Carnaval y que Tenerife es un sitio peligroso, antidemocrático y franquista. El hasta ahora desconocido Centro Canario se ha querellado contra él "por injurias y calumnias contra el pueblo chicharrero". Calumnias contra un pueblo, dicen; hace falta tener estómago. ¿Qué problema hay en injuriar a un pueblo? No hay nada más democrático, más defensor del individuo frente al totum revolutum que insultar, repudiar, injuriar, ofender, pisotear la idea esa de "el pueblo", "nuestro pueblo", nosotros, en definitiva. Así que insultos a los territorios sí, todos los que haga falta. No se van a molestar demasiado las piedras.