domingo, agosto 28, 2005

Excreción periodística


Los periódicos tienen muchísimas utilidades: sirven para secar el suelo después de fregar, para envolver bocadillos, como sombrilla improvisada, etcétera. Hay también otras utilidades algo más elevadas, tales como resolver crucigramas o buscar algún timbre rojo en el vecindario, pero agárrense, hay gente que incluso ¡los lee!

Lo de leer la prensa, cosa que desaconsejo absolutamente, puede darle a uno un aire de entendido, por ejemplo cuando se va en el metro leyendo un diario de verdad frente a hordas de gentuza que hojean el 20 minutos, pero el caso es que puede reportar algunos problemas: artículos como el de Juan José Millás hoy en El País, sin ir más lejos.

El pobre Millás (al que creo que le van a diagnosticar una grave afección de insomnio crónico, porque tal como escribe da la sensación de que se le aparezca Aznar por las noches) hace tiempo que viene demostrando que carece de escrúpulos de forma inmoderada, pero hoy ya sólo cabe felicitarlo por su esfuerzo. Dice JJM: "En cuanto a Acebes, por citar otro caso singular, era el ministro del Interior de este país cuando se produjeron los atentados del 11-M (200 muertos y centenares de heridos). El responsable de nuestra seguridad no fue capaz de evitar una masacre sobre la que existían numerosos indicios, entre otras cosas porque su Gobierno había decidido invadir un país en el que no se nos había perdido nada tras mentir masivamente acerca de unas armas inexistentes".

Si el común de los progres pudiera, por unos minutos, abandonar su habitual sectarismo y hacer cierto amago de ternura transitoria hacia el adversario político, no estaría mal que algún socialdemócrata colega de Millás tuviese a bien puntualizar que no parece muy correcto atribuír las víctimas de los atentados terroristas al poder ejecutivo en lugar de a los autores de los atentados terroristas, y todavía menos asignar causas (o sea, causas justas) a los atentados terroristas, por dos motivos: por ser falsas y por suponer un beneficio inequívoco para las pretensiones de los terroristas.

Pero el común de los progres, ante excrementos como el de Millás hoy, apenas aparta algo la nariz y calla. Y el que calla, otorga.